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Papudo: vigilante del pasado

Posted by Papudo | Posted on 20:03

El Mercurio

Un importante proyecto de remodelación y restauración en Papudo realizaron los arquitectos Jorge Iglesis y Leopoldo Prat, quienes transformaron el antiguo Hotel Mela en un cómodo y actualizado edificio de departamentos.Texto, M. Cecilia de Frutos D. Fotografías, Sebastián SepúlvedaPropio de la arquitectura de Papudo de comienzos del siglo pasado, el Edificio Torrevigía fue originalmente la residencia de la familia Justiniano. El diseño estuvo a cargo del arquitecto Federico Bieregel, quien proyectó esta casa hacia 1922, concibiendo ­según el arquitecto Jorge Iglesis­, una "volumetría propia de las villas de veraneo".

En la década de los 50, esta vivienda se convirtió en el Hotel Mela y llegó a ser uno de los mejores del lugar, por su vista al mar. Esto terminó al morir su dueño, Antonio Pérez Barros, a principios de los 70.En 1992, luego de llevar 20 años en el más absoluto abandono, un grupo de amigos y veraneantes del tradicional balneario decidieron comprar el antiguo hotel con el fin de restaurarlo. Ellos eran Angel Hernández, Teófilo de la Cerda, Carolina Guzmán, Juan Enrique Pérez, Leopoldo Prat y Jorge Iglesis."La idea fue rescatar su imagen, tan propia del borde mar de Papudo", afirma Iglesis, quien junto al arquitecto Leopoldo Prat emprendieron la necesaria tarea de reparar el edificio, aprovechando de levantar a su lado uno más moderno, cuya línea reinterpreta el diseño del primero.Durante la primera mitad del siglo XX, Papudo fue un balneario donde veraneaban familias de la alta sociedad chilena. En cuanto a la arquitectura, sus casonas y hoteles eran de los más elegantes del litoral.Por esto, y ante la protagónica ubicación que tiene el Edificio Torrevigía ­en plena costanera­, el haberlo restaurado significó un gran aporte al paisaje de Papudo, el cual, a juicio de los arquitectos, conserva hoy muy pocas de sus enormes construcciones.

El proyecto torrevigía.

El antiguo Hotel Mela se compone de cinco pisos, considerando una torre mirador. Los materiales empleados se sacaron del propio lugar: piedra, adobe y una estructura de madera de roble y pino Oregón.En el que era el estacionamiento del hotel ­al costado izquierdo­, los arquitectos Iglesis y Prat proyectaron una nueva construcción, que "conversa amablemente con la otra, mostrando su contemporaneidad", indica Iglesis.En ese espacio se levantó un edificio de cuatro pisos, en donde se dispusieron 15 departamentos ­cuatro por planta, excepto en la primera­, de 60 metros cuadrados cada uno y con amplias terrazas de 3 x 4 metros, diseñadas de forma que todas tengan vista a la playa.Para este inmueble se usó hormigón revestido en planchas de fibrocemento, pintadas de blanco. Los detalles en azul ayudaron a la conexión con el antiguo edificio, que también combina estos colores. Asimismo, se buscó mantener la escala del bordemar, de manera que "el tamaño es el adecuado a su contexto", explica Jorge Iglesis.Para unir ambas construcciones, las terrazas de todos los departamentos que dan hacia atrás se ubicaron formando una especie de puente, permitiendo su apertura hacia el mar.En relación al primer edificio, éste se remodeló para convertirlo en un volumen con seis departamentos, de sobre 100 metros cuadrados cada uno, y que están repartidos en tres pisos (ya que son de mayor altura que los actuales).No fue necesario hacer demasiados cambios al interior. Sin embargo, se optó por poner losas de hormigón bajo sus pisos de madera, las que sirven como aislante del ruido y del calor entre los departamentos.

Descanso con vista al mar

En el segundo nivel del primer edificio, el arquitecto Jorge Iglesis y Mariana Donoso situaron su propio lugar de descanso, que corresponde a lo que eran los comedores y salones del Hotel Mela."Aquí la ambientación se organizó con la informalidad de una casa de playa, en donde todos los recintos dan a la sala de estar", explican los propietarios de esta departamento que se caracteriza por sus ventanas altas que miran el mar ­pero divididas en pequeños vidrios­, sus techos con vigas de madera y sus mamparas de vidrio. Todo ello conforma un conjunto armónico entre clásico y moderno, donde el mobiliario se compone de objetos contemporáneos y de otros más antiguos, que evocan los orígenes del inmueble, como los postigos de madera.Esta integración de elementos antiguos se ve en la mesa de comedor, cuya cubierta corresponde a un viejo postigo tallado que fue pintado de amarillo, como también la lámpara de bronce y tulipas de cristal, que desde 1922 se ubica en el centro del recinto. Y las sillas del comedor ­construidas en Valparaíso con cajas de embalajes que llegaban al puerto­, y que fueron rescatadas del antiguo inmueble.Rodeando el espacio principal ­que incluye el living comedor­, están los dos dormitorios, la terraza y el escritorio. A todos ellos se accede a través de las mamparas, las que se mantienen en perfecto estado y al abrirse, quedan conectados todos los ambientes. "Este espacio, donde todo está relacionado, fomenta el encuentro y la participación durante los días de descanso", comenta la pareja.

El centro de atracción se sitúa en el gran ventanal central, un bow window que mira hacia la playa. En ese lugar está instalado un diván estilo Art Nouveau, muy adecuado a la arquitectura del edificio.Gran cuidado se puso en la decoración de modo de provocar en los visitantes una serie de sensaciones relacionadas con la vocación marinera.Abundan los botes y barcos de madera, incluso unas réplicas de los tradicionales Huáscar y la Esmeralda, todos ubicados en repisas que miran al mar. Así también, hay barcas chilotas de todos los tamaños, goletas y pequeños faros.Iglesis define esta segunda vivienda como lúdica y mágica, en donde "la idea es que cada rincón tenga un sentido y cuente su historia, de forma que el habitar tenga raíces y pertenencia, y esté impregnado de un sabor propio y único, lejos del ajetreo diario y anónimo de la ciudad", explica.