Posted by Papudo | Posted on 7:11

Somos un medio creado para mantener un nexo informativo sobre el acontecer noticioso y cultural de
este pequeño rincón de Chile y crear conciencia sobre la importancia de proteger su entorno y su delicado ecosistema,
y de esta manera, convocar voluntades dispuestas a trabajar por Papudo y su gente.
Son astros de los palos que se olvidan de la etiqueta, no de las reglas. Un pescador retirado, un taxista, un carnicero, un albañil, estudiantes, dueñas de casa y muchos más se juntan cada domingo en la tarde para jugar en el campo de Papudo. Uno de los deportes más elitistas de Chile, desmaquillado y festivo.
La tradición
El de Papudo es un club tan tradicional como la ciudad misma. Fue inaugurado en septiembre de 1933, gracias a la iniciativa de Luis Harnecker (un socio de Los Leones que tenía su casa de descanso en este lugar) y la cesión de la familia Irarrázaval de un predio a sólo un par de cuadras de la plaza.Desde su nacimiento, fue un lugar especial. No hubo grandes movimientos de tierra y los doce hoyos fueron trazados por el sinuoso terreno, en medio de quebradas y bosques de pino y eucaliptus. Los greens son de arena, lo que obliga a pasar una alfombra y alisarlos en la trayectoria que debe seguir la pelota.
El carnicero y la placa.
Haroldo Guerra es el carnicero del balneario. Entre el tapapecho y las prietas, guarda maderas y fierros. Su familia se enoja, porque a veces en la semana pasa un amigo, lo tienta, agarra los palos y se viene a jugar toda la tarde, se ríe Juan Manuel Encina, actual administrador y, como un tercio del pueblo, pariente de Guillermo. Paréntesis: el 90 por ciento de la población de Papudo es Encina, Reinoso o Guerra. O una mezcla de las tres.
A la convivencia.
El día ha estado bueno para unos y malo para otros, como siempre. Eugenia Navarro, otra abuela que agarró los palos para sanar la reuma y la depresión, acertó dos hoyos desde afuera del green, pero embarró su tarjeta más adelante. A veces veo golf en la tele hasta tarde, pero lo que me gusta es jugar. Para mí, es la única distracción. ¡Y cómo me tiene!. Activa y feliz, así la tiene. Sus nietos le sacan la bolsa durante la semana, como al resto, y se ponen a jugar en la calle. Los mismos que en otro lado colocarían piedras para hacer arcos de fútbol, en Papudo cavan hoyitos junto a los postes de luz, para poder seguir hasta la noche. Acá todos juegan golf. Si hasta la escuela municipal hace sus horas de educación física en el club, cuenta Palmira Encina, que es la tesorera de la filial y recauda casi un millón de pesos al año entre torneos, donaciones y tardes recreativas, lo que permite renovar equipos, entregar premios y hasta ayudar, de vez en cuando, a un vecino en apuros.El campeonato terminó, el asado está listo y las damas anuncian el menú: Chuletas de cerdo y ensalada de pencas. Bromas de nuevo. La noche está instalada sobre la bahía y el club house bulle. No hay whisky como en otros lados, pero sí un buen tinto. El panadero conversa con el jardinero, las dueñas de casa cotorrean en un rincón y los más jóvenes se impacientan.
Un importante proyecto de remodelación y restauración en Papudo realizaron los arquitectos Jorge Iglesis y Leopoldo Prat, quienes transformaron el antiguo Hotel Mela en un cómodo y actualizado edificio de departamentos.Texto, M. Cecilia de Frutos D. Fotografías, Sebastián SepúlvedaPropio de la arquitectura de Papudo de comienzos del siglo pasado, el Edificio Torrevigía fue originalmente la residencia de la familia Justiniano. El diseño estuvo a cargo del arquitecto Federico Bieregel, quien proyectó esta casa hacia 1922, concibiendo según el arquitecto Jorge Iglesis, una "volumetría propia de las villas de veraneo".
En la década de los 50, esta vivienda se convirtió en el Hotel Mela y llegó a ser uno de los mejores del lugar, por su vista al mar. Esto terminó al morir su dueño, Antonio Pérez Barros, a principios de los 70.En 1992, luego de llevar 20 años en el más absoluto abandono, un grupo de amigos y veraneantes del tradicional balneario decidieron comprar el antiguo hotel con el fin de restaurarlo. Ellos eran Angel Hernández, Teófilo de la Cerda, Carolina Guzmán, Juan Enrique Pérez, Leopoldo Prat y Jorge Iglesis."La idea fue rescatar su imagen, tan propia del borde mar de Papudo", afirma Iglesis, quien junto al arquitecto Leopoldo Prat emprendieron la necesaria tarea de reparar el edificio, aprovechando de levantar a su lado uno más moderno, cuya línea reinterpreta el diseño del primero.Durante la primera mitad del siglo XX, Papudo fue un balneario donde veraneaban familias de la alta sociedad chilena. En cuanto a la arquitectura, sus casonas y hoteles eran de los más elegantes del litoral.Por esto, y ante la protagónica ubicación que tiene el Edificio Torrevigía en plena costanera, el haberlo restaurado significó un gran aporte al paisaje de Papudo, el cual, a juicio de los arquitectos, conserva hoy muy pocas de sus enormes construcciones.
El proyecto torrevigía.
El antiguo Hotel Mela se compone de cinco pisos, considerando una torre mirador. Los materiales empleados se sacaron del propio lugar: piedra, adobe y una estructura de madera de roble y pino Oregón.En el que era el estacionamiento del hotel al costado izquierdo, los arquitectos Iglesis y Prat proyectaron una nueva construcción, que "conversa amablemente con la otra, mostrando su contemporaneidad", indica Iglesis.En ese espacio se levantó un edificio de cuatro pisos, en donde se dispusieron 15 departamentos cuatro por planta, excepto en la primera, de 60 metros cuadrados cada uno y con amplias terrazas de 3 x 4 metros, diseñadas de forma que todas tengan vista a la playa.Para este inmueble se usó hormigón revestido en planchas de fibrocemento, pintadas de blanco. Los detalles en azul ayudaron a la conexión con el antiguo edificio, que también combina estos colores. Asimismo, se buscó mantener la escala del bordemar, de manera que "el tamaño es el adecuado a su contexto", explica Jorge Iglesis.Para unir ambas construcciones, las terrazas de todos los departamentos que dan hacia atrás se ubicaron formando una especie de puente, permitiendo su apertura hacia el mar.En relación al primer edificio, éste se remodeló para convertirlo en un volumen con seis departamentos, de sobre 100 metros cuadrados cada uno, y que están repartidos en tres pisos (ya que son de mayor altura que los actuales).No fue necesario hacer demasiados cambios al interior. Sin embargo, se optó por poner losas de hormigón bajo sus pisos de madera, las que sirven como aislante del ruido y del calor entre los departamentos.
Descanso con vista al mar
En el segundo nivel del primer edificio, el arquitecto Jorge Iglesis y Mariana Donoso situaron su propio lugar de descanso, que corresponde a lo que eran los comedores y salones del Hotel Mela."Aquí la ambientación se organizó con la informalidad de una casa de playa, en donde todos los recintos dan a la sala de estar", explican los propietarios de esta departamento que se caracteriza por sus ventanas altas que miran el mar pero divididas en pequeños vidrios, sus techos con vigas de madera y sus mamparas de vidrio. Todo ello conforma un conjunto armónico entre clásico y moderno, donde el mobiliario se compone de objetos contemporáneos y de otros más antiguos, que evocan los orígenes del inmueble, como los postigos de madera.Esta integración de elementos antiguos se ve en la mesa de comedor, cuya cubierta corresponde a un viejo postigo tallado que fue pintado de amarillo, como también la lámpara de bronce y tulipas de cristal, que desde 1922 se ubica en el centro del recinto. Y las sillas del comedor construidas en Valparaíso con cajas de embalajes que llegaban al puerto, y que fueron rescatadas del antiguo inmueble.Rodeando el espacio principal que incluye el living comedor, están los dos dormitorios, la terraza y el escritorio. A todos ellos se accede a través de las mamparas, las que se mantienen en perfecto estado y al abrirse, quedan conectados todos los ambientes. "Este espacio, donde todo está relacionado, fomenta el encuentro y la participación durante los días de descanso", comenta la pareja.
El centro de atracción se sitúa en el gran ventanal central, un bow window que mira hacia la playa. En ese lugar está instalado un diván estilo Art Nouveau, muy adecuado a la arquitectura del edificio.Gran cuidado se puso en la decoración de modo de provocar en los visitantes una serie de sensaciones relacionadas con la vocación marinera.Abundan los botes y barcos de madera, incluso unas réplicas de los tradicionales Huáscar y la Esmeralda, todos ubicados en repisas que miran al mar. Así también, hay barcas chilotas de todos los tamaños, goletas y pequeños faros.Iglesis define esta segunda vivienda como lúdica y mágica, en donde "la idea es que cada rincón tenga un sentido y cuente su historia, de forma que el habitar tenga raíces y pertenencia, y esté impregnado de un sabor propio y único, lejos del ajetreo diario y anónimo de la ciudad", explica.
© All Rights Reserved. @Bruno Arcos PAPUDO.ORG >>
Theme by : Cheap Web Hosting | Converted into Blogger Templates by Theme Craft